Editorial

Enmiendas y debate constitucional

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Más de mil enmiendas fueron presentadas por los miembros del Consejo Constitucional al anteproyecto de nueva Constitución elaborado por los expertos. Ello ha generado muchas críticas, especialmente de sectores que estiman que el anteproyecto cristaliza el consenso entre los distintos sectores políticos y que, en consecuencia, no debe ser alterado.

Se trata de una mirada equivocada. El segundo proceso constitucional fue deliberadamente diseñado en dos fases: una fase técnica, primero, y luego una fase política. Habiendo concluido la primera fase, es indispensable que los consejeros, cada uno de los cuales cuenta con un mandato democrático de discutir el borrador constitucional, deliberen sobre el contenido del anteproyecto.

Las enmiendas son la herramienta para que pueda producirse la necesaria deliberación democrática sobre el anteproyecto constitucional.

Las enmiendas son la herramienta para que pueda producirse dicha deliberación. De lo contrario, se llegaría a la conclusión absurda de que el Consejo debe limitarse a confirmar lo realizado por los expertos.

A esto se añade una segunda consideración, relativa, también, a la legitimidad democrática del texto. Porque, a pesar del encomiable esfuerzo de los expertos tanto para acercar posiciones como para innovar en la solución de los problemas que aquejan a nuestra institucionalidad, lo cierto es que la opinión pública se muestra más proclive a rechazar el texto que a aprobarlo.

En este sentido, la legitimidad de una propuesta constitucional no depende únicamente de los acuerdos y compromisos adoptados por la clase política, sino también de su aceptación generalizada por parte de la ciudadanía. En este último respecto, el anteproyecto requiere de un debate más amplio de cara a la opinión pública.

Obviamente, la discusión de las enmiendas impone sobre la minoría la ardua tarea de influir en el debate sin contar con los votos suficientes y, sobre la mayoría, la responsabilidad de no contribuir a desafectar a la minoría del resultado del proceso. Es un equilibrio difícil de alcanzar, pero se espera de los consejeros un sincero esfuerzo por aunar posiciones y llegar al mejor texto posible, uno que por el bien del país esté a la altura de las expectativas ciudadanas defraudadas en el proceso anterior.

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